Cuando un heredero del linaje divino es llamado a cumplir su destino, su alma ha de hacer un viaje al vasto océano del caos astral, en el plano situado entre el mundo terrenal y el Valgard, donde ni siquiera el Rey Cuervo puede llegar.
Sin el alma, el cuerpo inerte se deshace en una ceniza verdosa conocida como “el Polvo Esmeralda”, que se dispersa como viento en el desierto hasta que se cristaliza.
El alma del aspirante se enfrenta, por su parte, a tres pruebas de valor:
La prueba de la honradez y la justicia: El presunto Draconianjin Salvador se ve a sí mismo corpóreo, en medio de una guerra tribal entre dos clanes rivales desde el comienzo de los tiempos. El elegido deberá mediar entre ellos y lograr que firmen la paz sin que se prolongue el derramamiento de sangre. Deberá escuchar a los dos bandos y actuar con rectitud, creyendo en la justicia no de una de las partes, sino de las dos, sin ver el conflicto blanco o negro, sino con todas sus tonalidades.
La prueba del coraje y el heroísmo: El aspirante se ve sumergido en las vidas pacíficas de una aldea humilde invadida por un cruel ejército conquistador. Deberá alzarse sobre las masas temerosas de actuar y conseguir, con su fuerza, su inteligencia y su carisma, que los débiles se unan frente al enemigo común y que salgan victoriosos.
La prueba de la compasión: En esta prueba se plantea un escenario similar al anterior. En este caso, los aldeanos han conseguido derrotar a sus enemigos y ahora ansían sangre y venganza. El héroe ha de saber que su fuerza y poder deben usarse parar el bien de todos y debe mostrar compasión en la victoria; por lo tanto deberá impedir la masacre, mostrando respeto a sus enemigos, haciendo ver a sus aliados que un héroe no necesita ser cruel ni exhibir su fuerza.
Si el alma fracasa, se perderá para siempre y su cuerpo cristalizado se marchitará hasta regresar a la tierra convertido en polvo y expulsado eternamente del Valgard. En cambio, si supera las pruebas, deberá enfrentarse a un juez infinitamente más implacable: él mismo.
El heredo de la sangre del dragón divino será entonces consciente de que sus actos y decisiones son el reflejo con el que será juzgado su honor, ya que es consciente de que no puede ocultarse de sí mismo.
Si la locura de ver su propio interior no se ha impuesto al aspirante en este punto, entonces sólo quedará una última etapa en su camino. En caso contrario, su cuerpo morirá y su alma será recibida en el Valgard.
El final de su viaje por el velo que separa este y el otro mundo culminará cuando encuentre a un humano digno de recibir los dones de la sangre divina; aquel que haya mostrado las cualidades descritas en las pruebas en vida y haya regresado de los jardines del Valgard, habiendo cumplido así la profecía del “Alma de Dragón”.
El alma del heredo de los Dragon Nindenn-Ka-Yh volverá al plano material para fundirse con la joya en la que su cuerpo se convertirá. El Polvo Esmeralda vagabundea entonces en el viento hasta un lugar con una fuerte conexión espiritual o muy ligado a la vida del elegido. En el caso de Kirah, su cuerpo se cristalizó en el hogar de Derkel, custodio de los Cristales del Vacío y viejo amigo del príncipe draconiano.
Por último, el humano deberá aceptar al aspirante. Entonces el cuerpo del humano desaparecerá y su alma se fusionará con la del elegido, que en ese preciso instante, recuperará su forma corpórea y su alma perderá todo recuerdo de su viaje astral.
